Wilkommen

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Sunday, April 29, 2012

The Curse of the little bastard



 Pocas cosas que decir quedan sobre el bueno de James Dean. Actor de fulgurante éxito en Hollywood en los años 50, ídolo sexual de quinceañeras de ayer y de hoy, un guaperas, un tio con estilo y desde un punto de vista juvenil, un modelo a seguir. Cumplió a raja tabla aquello de "live fast, die young and let a good looking corpse" (vive deprisa, muere joven, dejarás un bonito cadáver), dicho que muchas celebrities han cumplido, pero nadie como él. Se gastaba la tela en coches y en ropa lo cual es siempre de admirar. Su pasión por la velocidad es conocida por todos y su muerte en un Porsche 550 Spyder es algo que siempre a engrandecido su leyenda.




Este coche, un auténtico misil (de hecho Porsche lo fabricó en principio como un coche de competición para acabar con el reinado de Ferrari en aquellos años) fue la tumba del bueno de James. El día que murió, el 30 de Septiembre de 1955, pasó toda la mañana con un amigo y su mecánico poniendo a punto la máquina para llevarlo a una carrera en California. Después de los reglajes, el actor fue a una gasolinera cercana a su casa para repostar y hacerle unos pocos kilómetros al Porsche. Circulaba a velocidad moderada, tranquilo, disfrutando de la vuelta, charlando con su mecánico cuando, en un cruce, un chaval con un Ford se lo llevó por delante, muriendo el actor en el acto y  quedando el mecánico,  Rolf Wütherich, mal herido y tocado de por vida en una pierna. Este hombre perdería la vida años después en el mítico circuito de Nürburgring. Y ahí acabo el hombre y nació la leyenda. Pero no acabo ahí la vida de su Porsche 550, apodado cariñosamente por él "Little Bastard" (pequeño bastardo). Tras quedar hecho añicos (como se observa en la foto de arriba), fue subastado por  piezas en un desguace de Salinas, California. Nada más ser descargado en el desguace, la grua que sostenia el coche cedió y el coche cayó sobre un mecánico y a consecuencia perdió las dos piernas.  Cinco fueron las personas que se hicieron con los restos de aquel vehículo , cuatro de ellas para utilizarlas como repuestos. Todos aquellos que las instalaron en sus coches murieron en accidentes con estos (John Barry compro el volante y se decapitó con este, John Caledon compró la transmisión y esta falló sin previo aviso haciéndole precipitarse al vacío por un terraplén). El quinto comprador de las piezas, que tenía un piston en su casa a modo de "fetiche", fue atropellado un día de camino a casa por un Porsche 914 y murió horas después en el hospital. Hay quien habla de maldición, otros de venganza de Deannie... pero es que amigo, el coche de uno... 

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